La revolución digital ha pasado a ser normalidad digital. Y muchas de las que llamamos “nuevas tecnologías” han dejado de ser nuevas para estar integradas en nuestras rutinas cotidianas. Esto tenía que ocurrir tarde o temprano. Así ya lo vaticinaron personalidades como N. Negroponte en 1998 en un artículo de Wired y en 2002 K. Cascone le confirió a esta condición un nombre: la era postdigital.
Aunque el término puede ser muy confuso, pues puede interpretarse como el fin de lo digital (nada más alejado de la realidad), se refiere a la disrupción de visiones y mentalidad sobre lo digital. Lo digital ha ido perdiendo esa aureola de maravilla (o de pavor, por lo contrario), de novedad, de revolucionario. Los ordenadores están en nuestras vidas desde hace por lo menos dos décadas. Más aun, llevamos un ordenador en miniatura encima en casi todo momento.
De este punto nos movemos hacia una apertura más crítica sobre los límites y bondad de las tecnologías. Se hace crítica del tecnodeterminismo –creencia de que la tecnología es la que genera los progresos sociales y culturales, los antecede y determina–, y de la frontera digital, es decir, ese límite que nos hemos impuesto simbólicamente sobre lo digital como sinónimo de virtual e ilusorio, aislado de lo real, del mundo físico y los métodos analógicos.
Desde el punto de vista de las organizaciones y negocios, lo posdigital también ha llegado. Hasta hace relativamente poco, era habitual hablar de la estrategia digital como un apartado aislado de la estrategia global. A medida que se han ido integrando redes sociales y TIC en el día a día –también en el de los consumidores–, lo digital ha dejado de ser una parte ocasional o de uso errático. Tener la estrategia digital separada de la “real”, es decir, de la física y analógica, no tiene sentido alguno.
Lo digital ya no es sinónimo de tecnología, sino de un zeitgeist o espíritu de la época
Ahora se habla de estrategias integrales, y bajo un prisma posdigital, se habla además de capacidad de adaptación o responsiveness –como en las webs– más que en términos de efectividad a la clásica. El responsiveness se considera la nueva efectividad.
Más aun, antes de aplicar soluciones tecnológicas prefabricadas, se prefiere estudiar qué se necesita, situando a las personas en el centro, tanto trabajadores como clientes, en función de la necesidad concreta. Para llegar a una resolución pueden intervenir métodos offline, o en combinación con lo digital, y tradicionales. Todo pertenece a una misma realidad, ya no tanto a dos distintas.
Otra tendencia que interviene en este clima llamado posdigital es la preocupación por la privacidad. Privacidad entendida tanto como la esfera de la intimidad, cómo y qué proyectamos a través de los medios digitales, pero también sobre los datos y la monitorización, a raíz especialmente de las revelaciones de E. Snowden en 2013. Es un factor que ha contribuido al desencanto sobre lo digital y que cada vez más se habla.
Colateralmente a la privacidad crece el uso de bloqueadores de anuncios, que hablan de un escenario normalizado pero extenuado de saturación de publicidad e información, y directamente y muy relacionado, emerge también la instalación de bloqueadores de cookies y rastreadores.
Pequeñas tendencias relacionadas entre sí que explican un contexto global posdigital al que las organizaciones de hoy y de mañana deben responder, y no luchar contra ellas. La transformación digital, en este sentido, debe estar cada vez más enfocada hacia este nuevo escenario.
Sobre la autora
Elisabet Roselló Román es investigadora en el grupo de investigación Dimmons del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya. Ha trabajado como analista de tendencias, investigadora social-cultural con hincapié en la experiencia de usuario de servicios. Licenciada en Historia por la Universitat de Barcelona, actualmente está estudiando el Máster en Gestión Estratégica de la Información y el Conocimiento para las Organizaciones (Geico para abreviar) de la UOC.
Cursos de Elisabet Roselló Román en Foxize: