El mundo digital nos ha traído, sin duda, grandes beneficios. Pero también es una nueva fuente de posibles problemas si no sabemos usarlo bien. Y lamentablemente la complejidad interna de los dispositivos digitales, la invisibilidad e inaccesibilidad del software y la longitud y complejidad de los famosos «Terms & Conditions» nos dificultan el trabajo.
Coches que se comunican por canal no cifrado con el fabricante, actualizan el software que controla la electrónica o envían los parámetros de conducción sin que lo sepamos.
Videojuegos que recogen y envían al fabricante, nuestros hábitos, horas y frecuencias de juego, desde qué localidad jugamos, cuánto nos gastamos en el juego y en qué, etc…
Televisores «tan» inteligentes que escuchan nuestras conversaciones y las envían a servicios en la nube para su análisis.
Sensores WiFi que identifican con qué regularidad pasamos delante de una tienda, cuándo entramos, cuánto tiempo y en qué zonas nos paramos y con qué regularidad volvemos.
Son sólo cuatro ejemplos y podríamos describir muchos más. Pero no por ello debemos renunciar a la tecnología. Al contrario, hay que entender cómo funciona, saber a qué nos exponemos, y decidir libremente, pero bien informados, qué queremos hacer y qué nos va a costar.
Tampoco es un tema de paranoia. Se trata de defender nuestro derecho a la intimidad y la privacidad. Privacidad no es anonimato; es poder decidir qué parte de nuestras vidas queremos que se sepa. Y está muy bien que decidamos explicar al mundo qué hemos comido o dónde vamos de vacaciones. Pero siempre desde nuestro activo consentimiento. No sólo es nuestro derecho, es algo que perdemos, o nos quitan, sin que apenas nos demos cuenta.
Así tenemos dos ámbitos a trabajar:
Por un lado, la privacidad que perdemos cuando navegamos, jugamos, usamos los servicios que nos ofrece Internet, o en general entramos en el mundo digital conectado. Vamos dejando un rastro fácil de seguir a través de las migajas de las cookies (galletas) que nuestro navegador acepta. También de cada foto que subimos, cada comentario que hacemos, o cada partida que jugamos. Todo lo que ponemos en Internet queda ahí para siempre y no sabemos en manos de quién ni con qué objetivo.
Por otro lado, la protección de nuestros activos digitales, hardware y software -fotografías, documentos, passowrds, etc…- que podemos perder por descuido, robo, mal funcionamiento o intrusión en nuestros dispositivos. ¿Cómo podemos hacer frente a estos casos sin perder información y reponernos rápidamente?
Foxize y CanalSegur se unen para ofrecer soluciones fáciles a estas situaciones. Una serie de cursos y talleres para ejercitar los hábitos y las mejores prácticas a incluir en nuestra vida digital. Para proteger mejor nuestra privacidad y para prevenir, y recuperarnos rápidamente si ocurriera, la pérdida de información sensible tanto en el ámbito familiar como en el laboral.
Porque la seguridad y la privacidad no son un lujo ni sólo para expertos.