Reconocer mi decepción digital no ha sucedido de forma instantánea. Fue un proceso paulatino, de años. Lees, escuchas, experimentas, comentas. Nunca fui un ciberhippie, pero sí fui de los que pregonó durante años la falacia del mundo digital como un entorno mágico que ofrecía prosperidad ilimitada. Lo hacía convencido, pero cuando tu posición al respecto cambia, debes admitirlo.
No es ningún secreto, muchas voces llevan avisándonos desde hace tiempo que no vamos en la dirección adecuada: la tecnología se está convirtiendo en una amenaza de primer orden para la humanidad. El problema es que actualmente es prácticamente imposible vivir al margen. Ha inundado todos los aspectos de la vida diaria de las personas, facilitando o limitando las libertades personales. Habitualmente la culpamos (a la tecnología) de muchos de nuestros males, cuando en realidad es tan solo un instrumento. La lucha no es pro o contra la tecnología, sino por qué tipo de tecnología queremos apostar, que sea acorde con el tipo de sociedad en la que queremos vivir.
La tecnología (como herramienta productiva) tradicionalmente ha tendido a favorecer a quienes tienen el capital para desarrollarla e innovar, capturando en el camino la mayoría de los beneficios que estas mejoras aportan. En el ámbito digital esto se ha amplificado hasta el extremo.
Afortunadamente, nada de esto ha pasado por alto a una parte de la ciudadanía. Empiezan a surgir voces con iniciativas para tratar de corregir la peligrosa deriva que lleva la inercia tecnológica.
Un ejemplo de ello es la presentación, la pasada semana, del documento de estrategias municipales para el empoderamiento digital presentado en Barcelona. Son un conjunto de 44 estrategias para el empoderamiento digital en los municipios. El documento pretende avanzar en la soberanía tecnológica a través de la implementación de políticas municipales concretas. La voluntad de este documento es convertirse en una hoja de ruta que impregne de soberanía tecnológica a los programas de los partidos políticos que concurrirán a las elecciones municipales del 2019.
Este es un viaje largo, muy largo. Estamos hablando de propuestas que van desde la infraestructura de telecomunicaciones, al software libre, pasando por las políticas de datos (open data por defecto, privacidad de los datos de carácter personal) o la democratización de la tecnología y los estándares libres. Esta es solo una iniciativa para superar la amenaza. Surgirán más.
Cada cual en la medida de sus posibilidades debería intentarlo. Hay que avanzar en la escalera del empoderamiento tecnológico. Quedarse en el primer peldaño, como un usuario pasivo, te convierte en un vasallo digital. Útil solo como individuo manipulado, que cree que tiene libertad de elección, pero solo es útil porque paga o porque sus datos son explotados por terceros. En realidad es un individuo abandonado a la deriva digital hacia un futuro cada vez más distópico.
Personalmente sigo creyendo que la tecnología puede convertirse en una fuerza progresista. Hay que luchar por ello, para que todo no vaya a peor como pronostica Evgeny Morozov («Todo va a ir mucho peor«). Cada cual en la medida de sus posibilidades, sin demasiados dogmas y gestionando nuestras contradicciones con la mejor dignidad posible. Por esta razón yo también trato de subir peldaños de la escalera del empoderamiento tecnológico y me acabo matricular en Ingeniería Informática de la UOC. Que no quede por intentarlo.
SOBRE EL AUTOR
Albert Garcia Pujadas es CEO y cofundador de Foxize. Es asimismo autor, junto con Aina Fernández Aragonès, del libro “Libres o vasallos. El dilema digital”. Puedes seguir sus artículos en su blog qtorb. En él habla de la evolución de la sociedad digital, la innovación y su impacto en el marketing y en la vida real.
Fotografía cabecera de Elisabetta Foco en Unsplash