Recuerdo perfectamente el día que descubrí Foxize en la red. Era un fin de semana en el cual me había propuesto tomar las riendas de mi vida profesional y apostar por un cambio. Hacía cuatro años que no estudiaba de manera activa y había llegado el momento de hacer algo al respecto.
Desde el primer momento, mientras navegaba en la web de Foxize, los valores de la escuela me cautivaron: formación personalizada, accesible, profesional… No tardé ni una semana en averiguar si aquellas palabras –que sonaban tan bien– eran realidad o sólo un reclamo publicitario.
Actualmente, ya son cinco los cursos a los que he asistido y también a alguna conferencia. En definitiva, he descubierto un constante flujo de conocimiento. Aunque suene algo “sectario”, me siento parte –como alumna– de un grupo de personas sedientas de conocimiento, inquietas y con el objetivo claro: actualizarnos profesionalmente. Sí, “formar parte de…” suena a secta, pero me refiero al sentido más bien emocional de la expresión.
Comparto la motivación, la inquietud y la libertad con el resto de compañeros de clase en la búsqueda de saber más y mejor y en elegir qué es lo que más nos interesa.
¿Verdad que no puede sonar mejor? Invertir en formación en un contexto de ensueño.
Vivimos en la era del conocimiento, de la evolución de las tecnologías, en una crisis de valores y económica, en un sistema educativo insostenible… Vivimos en un momento de transformación inminente, la era del cambio. Pero este cambio no vendrá solo, y con la ayuda de la sociedad y de iniciativas como la de Foxize School lo conseguiremos.
Formo parte de la generación que ha recibido una educación a base de leer, escribir, sumar, restar y memorizar. Aquella generación adoctrinada a la que hicieron creer que la mejor elección para tener un buen futuro profesional era acceder a la universidad. Aquella generación que, una vez finalizados los estudios universitarios, se pregunta en la mayoría de los casos: ¿ahora qué o para qué ha servido todo el esfuerzo? Sí, formo parte de aquella generación que para alcanzar la cúspide profesional o para ser promocionado en una empresa, necesita estudiar un master, y no por tus actitudes sino por tus aptitudes. Condicionados, además, por el contexto personal de cada uno para acceder a unas oportunidades u otras.
Me pregunto dónde ha quedado el verdadero pensamiento, el creer en aquello en lo que uno piensa o hace y, en definitiva, el hacer despertar el talento individual.
Por este motivo, estoy convencida de que iniciativas como Foxize, entre otras, son el inicio del auténtico cambio:
En primer lugar, “práctico”. La combinación entre una dosis de teoría y otra práctica me parece perfecta. Se busca aquel conocimiento que puedas aplicar al día siguiente en tu trabajo. Con éxito o sin él, pero sin duda aplicable en tu día a día.
En segundo lugar, “profesional”. Contenido avanzado impartido por profesores que están en activo y que viven día a día los cambios y tendencias. Educadores, oradores, pensadores, especialistas, expertos que quieren compartir todo lo que saben, capaces de optimizar el tiempo para garantizar lo que buscas.
Por otro lado, “accesible”. Tanto económicamente como también por poder optimizar la inversión de tiempo que le dedicas a tu formación.
Hacer “networking”: interacción cognitiva en tiempo real y en persona. Tener la oportunidad de ampliar tu red de contactos profesionales con personas que comparten los mismos deseos. Agradecer a los que ya estamos conectados.
Y, por último, aunque no menos importante, “personalizado”: poder elegir y focalizar los esfuerzos en especializarnos en “algo” y aportar un valor añadido en nuestro día a día.
Como dijo Richard Florida: “Durante este siglo XXI emerge la clase creativa”.
Bienvenidos Foxize al inicio del cambio.
Estefanía Portal es alumna de Foxize School. Puedes ver su perfil en LinkedIn.
Fotografía flickr de marsmet546